¿Por qué nadie confía en quien vende? El verdadero problema no está en la venta, sino en lo que proyectas con tu marca

Tu marca habla antes que tú. Y si suena a lo de siempre, tus clientes no van a escuchar

¿Y si el problema no es vender, sino lo que proyectamos antes de hacerlo?

Hace unos días, saliendo de un concierto en mi ciudad, escuché una frase que se me quedó pegada como esas canciones que no puedes dejar de tararear.

“¿Así que trabajas en ventas? Entonces eres de esos que se dedican a engañar a pobres incautos”.

Era una conversación casual, entre dos personas que hablaban mientras caminaban, pero esa frase resonó en mi cabeza por encima de todo. Como si alguien hubiera encendido la luz de golpe en una sala oscura.

Lo que más me llamó la atención no fue la crítica en sí —que no es nueva—, sino la naturalidad con la que se dijo. Como si fuera un hecho. Como si todos lo supiéramos. Como si vender implicara necesariamente mentir.

Y me quedé pensando:

¿De dónde viene esta desconfianza estructural hacia las ventas?

¿De malas experiencias? ¿Del estereotipo del vendedor agresivo que solo quiere cerrar? ¿De un sistema que ha premiado durante años las cifras sin importar el método de conseguirlas?

¿O quizá de lo que muchas marcas proyectan sin ser del todo conscientes?

El problema real no es vender.

El problema es cómo llegamos a ese momento. Lo que comunicamos (o no) antes de que ocurra.

Hay marcas que parecen catálogos disfrazados. Con discursos aprendidos que no se mueven ni un milímetro del guion.

Otras que suenan tan genéricas que podrían pertenecer a cualquiera.

Algunas prometen tanto y son tan perfectas que ves venir el humo a distancia.

Y ahí está el quid.

Cuando tu cliente no ve nada diferente, empieza la incomodidad.

Como personas, desconfiamos de lo que no suena auténtico, de todo lo que suena impostado.

Vender sigue siendo necesario, pero la pregunta que deberíamos hacernos es:

¿Vender más o vender mejor?

Vender más no siempre es sostenible si no se vende mejor, a mejores clientes, con más margen, de manera más efectiva.

Para vender mejor, necesitas la confianza de tu cliente.

Para lograr esa confianza, debes vender desde un lugar que evite roces, incomodidades, sospechas.

Y para eso, hay que mirar antes hacia dentro, no hacia fuera buscando lo que crees que esperan de tu marca.

Una marca no es un envoltorio. Es una consecuencia.

Una marca auténtica no se construye desde el “qué digo para gustar”, sino desde el “quién soy y qué impacto quiero tener”.

Y eso implica tomar decisiones incómodas:

  • Dejar de sonar como todos.
  • Elegir un tono que no sea neutro (y, por tanto, que no guste a todo el mundo).
  • Decidir con quién no quieres trabajar y con quién sí.
  • Decidir qué no vas a prometer jamás.
  • Tener claro qué experiencia emocional quieres dejar en tu cliente.

Porque tu marca de negocio no es lo que publicas, sino la percepción que generas con lo que haces, con cómo respondes, con lo que callas, con lo que permites.

Si tu marca no está construida con intención, tal vez no venderás menosPero es posible que vendas peor. Más lento, más agotador, con más negociaciones innecesarias, más barato.

Porque la venta empieza mucho antes de la oferta.

Empieza en lo que proyectas cada día.

Y esto no sirve solo para grandes empresas. Incumbe a quien emprende y no entiende por qué no conectan sus contenidos.

A quien repite que “lo que ofrezco es bueno”, pero su mensaje no lo demuestra.

A quien dirige un equipo y siente que la gente no forma equipo en realidad.

Si vendes desde un espacio de ruido, competirás por precio y te desgastarás en dar argumentos que justifiquen tu propuesta, algo que, por cierto, aún generará más ruido.

Si vendes desde una marca con voz propia, atraerás desde el valor.

Te invito a reflexionar sobre tu marca y lo que proyectas.

🔹Y si quieres trabajar sobre ello, envíame un mensaje y te haré llegar unos ejercicios sencillos que ayudarán a analizar tu voz.

Scroll al inicio